José
María Villar llegó al puesto que ahora ocupa –todavía me acuerdo- criticando el
inmovilismo de su predecesor en el cargo. Treinta años después, ahí sigue,
impasible el ademán, sucediéndose a sí mismo una y otra vez.
Parecía
que, por fin, el fútbol español iba a librarse de él (al menos, de manera
inmediata) cuando, tras los sucesivos descabalgamientos por corrupción de los
anteriores líderes y optantes al puesto, el camino se le despejaba hacia la
máxima poltrona del fútbol continental.
Sin embargo,
demostrando una vez más que, a nivel internacional, España es una
insignificancia a la que nadie toma en cuenta, ha tenido que renunciar a esta
aspiración por los escasos apoyos que había logrado reunir. O, como dijo el
presidente de la Liga de Fútbol Profesional, tenía las mismas posibilidades de ser presidente de la UEFA que su hijo de cinco años.
Ahora
veremos si sigue encaramado a la poltrona patria, o finalmente consiguen
descabalgarle…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario