lunes, 12 de septiembre de 2016

Y a su refitolera madre, también

Algún día me tendré que leer la puñetera Ley de Memoria Histórica para comprobar si algunas decisiones tomadas por los progres de este país con mando en plaza son ajustadas a la letra de la misma; al espíritu ya sé que sí, porque el espíritu de ese engendro legal no es otro que ensalzar a los muertos por uno de los bandos en la Guerra Civil y callar a los muertos por el otro. Por eso mismo, creo que nunca veremos que los rojos de este país erijan un monumento a Andrés Nin.
En cambio, el consistorio presidido por doña Rojelia ha decidido estudiar la propuesta ciudadana de erigir una estatua al soldado republicano. No aclaran a qué soldado: el voluntario, el obligado, el que obraba con conocimiento de causa, el pobre ignorante, el que tenía el cerebro lavado, el asesino sanguinario, el militar honorable, el socialista, el comunista, el anarquista, el separatista catalán, el comisario político soviético…
En cualquier caso, son ganas de tocar los cojones. Porque si la propuesta de, pongamos por caso, restituir a su emplazamiento la estatua ecuestre de Su Excelencia el Generalísimo de la plaza de san Juan de la Cruz de Madrid, mandada retirar para homenajear al genocida de Paracuellos del Jarama, obtuviera suficiente número de apoyos, dudo mucho que el actual consistorio de la Villa y Corte decidiera estudiar semejante medida.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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