Los
partidos de izquierda nacieron en una época en la que había menos libertades
que en la actualidad. De ahí su frecuente recurso a la lucha armada, las
algaradas callejeras y, en general, a saltarse a la torera un ordenamiento que
consideraban injusto. Hasta ahí, bien.
Lo
que no es de recibo es que, más de siglo y medio después y ya plenamente
insertados en el sistema (sí, incluso los que se proclaman anti casta y defensores de la gente), sigan considerando legítimas
semejantes actuaciones ilegales. No es de recibo, pero está en su código
genético, por lo que no es de extrañar (como tampoco su ignorancia palmaria en
casi todos los temas, sólo equiparable a su osadía a la hora de pontificar
sobre los mismos).
No
extraña, por lo tanto, que neocom y suciolistos (y eso que todavía no había
vuelto sin vocales a la secretaría
general de los de la mano y el capullo) se unieran para intentar sacar del Código penal las coacciones de los piquetes de huelga, esas cuadrillas de
matones rufianescos cuyo propósito no es informar a nadie –¿quién lo necesita,
en esta era de la información?-, sino impedir el legítimo ejercicio del derecho
a trabajar a aquellos que, por no comulgar con sus ruedas de molino, buscan
ejercerlo.
No
es de extrañar, repito. Lo que sí requiere una explicación, al menos para mí,
es el hecho de que los naranjitos se
abstuvieran en la votación.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!