Con
alguna que otra sorpresa, se disputaron los partidos de vuelta de los cuartos
de final de la llamada Liga de Campeones
de fútbol. Tres de los cuatro equipos que, tras los encuentros de ida, partían
como favoritos, pasaron, mientras que uno, para mi alegría el Fútbol Club
Barcelona, se quedó en el camino.
El
Real Madrid pasó por los pelos. Partiendo con una ventaja de tres goles en
campo contrario, recibió otros tres a domicilio. Parecía que la cosa iría a la
prórroga –otro día hablaremos de la injusticia de que los goles en la prórroga
del partido de vuelta valgan doble si son a domicilio y hay empate a goles-
cuando, tras un penalti discutido (¿cuál no lo es? Porque no todos los penaltis
son discutibles, pero todos sin excepción son objeto de controversia), el
conjunto merengue marcó con lanzamiento de Cristiano Ronaldo y pasó la
eliminatoria en el minuto noventa y Ramos.
De
los peores argumentos enarbolados por los detractores del penalti en cuestión
es el que hombre, no se pita ese penalti
a esas alturas del partido. Porque, vamos a ver, ¿hasta cuándo es admisible
sancionar con penalti esa acción? ¿Hasta el minuto sesenta? ¿El setenta? ¿El
ochenta? ¿El ochenta y cinco? ¿El noventa? Una acción es penalti o no lo es con
independencia de los jugadores involucrados, los equipos contendientes y el
instante del partido en que se produce.
Lo
más gracioso fue lo de los diarios deportivos culés (llamarles catalanes sería hacerles un elogio
inmerecido, puesto que pasan olímpicamente de nada que no sea el Farça. El titular de El Mundo Deportivo era Italia estalla. El del Sport, Indignación mundial. En cambio, el partido del año pasado del
Barcelona contra el Paris Saint Germain fue poco menos que una gesta heroica
sólo al alcance de personajes homéricos.
Aquello
sí que fue un robo con nocturnidad, alevosía y la connivencia arbitral…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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