Cristina
Cifuentes, a lo que parece, mintió acerca del famoso máster que obtuvo (o no)
en la Universidad Rey Juan Carlos. Su caso es excepcional, pero no por el hecho
de haber inflado su currículo –eso parece ser una condición sine qua non para medrar en la política
española-, sino por la saña con la que se ha procedido contra ella.
Porque
el líder regional del partido acusador –un socialista apellidado Franco, lo cual
resulta irónico por dos razones, una histórica (que un socialista comparta
apellido con el Generalísimo tiene su gracia, al menos para los que no somos
socialistas) y otra semántica (el sujeto ha sido de todo menos franco en su
proceder)- también ha mentido en su currículo. Pero él no miente, sólo ha
cometido una irregularidad (o un error, según su partido), así que será
por eso por lo que sólo el Partido Popular ha pedido (políticamente hablando)
su cabeza.
Ni
los neocom, ni los naranjitos, ni mucho menos los suciolistos han empleado con el poco
franco Franco ni una milésima parte del encono que han dirigido contra la
(todavía) presidente regional. Es más, fuentes de la dirección socialista creen
que no tiene nada que ver y apuntan a
que el PP está buscando cómo ocultar su
verdadero escándalo. Dejando aparte que lo segundo probablemente se ajuste
a la realidad (el y tú más viene a
ser elemento esencial –otro- de la vida política española), lo primero tiene,
precisamente, todo que ver. Es el elemento pivotal de todo el asunto, de hecho.
Porque
ya lo dijo un joven rabino judío hace dos milenios: tira la piedra sólo si
estás libre de pecado…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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