A
la llamada Unión Europea todavía le queda bastante para ser una verdadera unión
(no tanto para dejar de ser europea:
en cuanto dejen entrar a Turquía, si es que la dejan, dejará de serlo; porque
la nación otomana, por mucho que retenga un cachito de Europa, es un país
asiático, se mire como se mire).
Es
indudable que en los tres cuartos de siglo transcurridos desde el final de la
Segunda Guerra Mundial se ha avanzado mucho en la integración entre los
diversos países y se ha evitado el que se produjeran enfrentamientos armados
entre sus miembros. Pero esta integración ha sido, sobre todo, económica –con los
matices del Reino Unido, que ya se sabe que los británicos siempre han sido muy
suyos para sus cosas- y, en menor medida, política; mucho menos judicial o
jurisdiccional, ya que no existe un Derecho penal europeo uniforme.
Se
produce así el sinsentido de que conductas que son delictivas en uno de los
países miembros no lo son en otros; o que, huido un delincuente de su nación,
haya que solicitar la extradición al país miembro que lo acoge, cupiendo la
posibilidad de que el país de acogida se niegue a entregar al prófugo, o incluso
considere que no ha cometido delito alguno (por más que, si un nacional hubiera
cometido actos equivalentes, habría ido a dar con sus huesos a la cárcel más
temprano que tarde).
Viene
todo esto, por supuesto, a cuenta del hecho de que la Justicia alemana
(regional, pero alemana) haya dejado irse de rositas a Cocomocho al no apreciar indicios de rebelión en su actuación,
cuando si, como he señalado, hubiera actuado de modo similar en el país de los
germanos le habrían aplicado el rigor que los teutones dedican a los
delincuentes; al hecho de que el Gobierno alemán haya respaldado la actuación
de su poder judicial, aunque luego se haya matizado ese respaldo; y, finalmente,
a que las autoridades de la Unión hayan respaldado la actuación alemana.
Menos
mal que los jueces españoles parecen haberse puesto las pilas –al menos, en este
tema- y han respondido a los alemanes como debería haberlo hecho el Gobierno de
la nación: corto, conciso y, sobre todo, muy clarito. Para que lo entiendan,
allí por las riberas del Rin.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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