La
izmierda en general, y los neocom en particular, son muy rápidos a
la hora de exigir (ni solicitar, ni reclamar: ellos exigen) la dimisión de sus
rivales (ni adversarios ni contrincantes, los comunistas sólo conocen de
rivales, cuando no directamente de enemigos) por un quítame allá ese máster,
pero se muestran mucho más reticentes a conjugar ese verbo de la tercera
conjugación (dimitir, no exigir) en primera persona, ya sea del
singular o del plural.
No
dimitió Errejón por cobrar una beca de la que no desempeñó las tareas
requeridas. No dimitió Espinar por vender una vivienda protegida antes del
plazo establecido y obtenida Dios (o Marx) sabe de qué manera. No dimitió Junior por cobrar fondos de la teocracia
homófoba y de la petrocleptocracia. No dimitieron el eslabón perdido y su
compañera concejala por el asunto del Open de Tenis. No dimitió Rita Maestripper tras ser procesada por el
hecho que le dio fama.
Y
no dimitirá la sectaria peruana –menciono su origen a efectos identificativos,
que no xenófobos-, de nombre desconocido -¿Romualda, quizá?-, inepta como ella
sola (bueno, no tanto, que entre sus compañeros de bancada hay floridos
ejemplos de la inepcia más absoluta) que ha sido imputada por incitar al odio contra la policía tras los disturbios en Lavapiés.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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