viernes, 6 de abril de 2018

Prescindamos de lo prescindible


Si ayer hablaba de los partidos políticos, hoy toca hacerlo de los sindicatos.
Nunca me han gustado los sindicatos españoles (ni siquiera el mío; sí, estoy en uno, pero en mi descargo diré que no sabía que lo era cuando entré), especialmente los sedicentes más representativos. Quizá en el pasado (¿hace medio siglo?) jugaran un papel importante, y hasta defendible y encomiable, y sus dirigentes fueran gente comprometida en lo social y honesta en lo personal. Pero ya durante el mandato de esos dirigentes (Camacho y Redondo, Redondo y Camacho) empezaron a aparecer algunos pufos económicos (remember the PSV) que los desacreditaron completamente.
Los dirigentes que vinieron después, salvo alguna excepción de altura (referencia fácil, no hace falta decir a quién me refiero), se dedicaron más a hacer política que a defender a la tan manida clase trabajadora. Pero nunca tanto como hasta hace diez días, en que ugeteos y cocos, al alimón, convocaron una manifestación en defensa de los golpistas catalanes.
Nunca habrá mejor excusa para disolverlos…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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