La
transición de la dictadura franquista a la democracia (o a algo parecido a la
misma, en todo caso) fue tan modélica que fue el asombro del universo mundo. Y ello
fue así por la altura de miras –al menos, de cara a la galería- de los unos y
de los otros, de los que ganaron la guerra en 1.939 y de los que la perdieron.
Digo
el de cara a la galería porque el
paso de los años ha demostrado que los que consideran que perdieron la guerra
(no la perdieron ellos porque no habían nacido) están dispuestos a casi
cualquier cosa para, ocho décadas después, intentar ganarla. Y no les importa
para ello hacer saltar por los aires lo conseguido entonces y desde entonces.
Sólo
así se explica la propuesta de neocom,
herederos de Sabino Arana, ierreceos
y pedecatos de plantear una reforma de la Ley de Amnistía de 1.977 para, así, poder juzgar crímenes cometidos
durante el franquismo… y, aunque no lo digan, por el franquismo (que tengan cuidado, no sea que acaben juzgando a
alguno de sus familiares), porque ya sabemos que la izquierda es ontológica,
genética y metafísicamente incapaz de cometer un crimen y, si lo comete, está
justificado.
El
texto no salió adelante por el voto en contra del PSOE, que
consideró que la iniciativa aportaba inseguridad
jurídica. Es una manera muy suave de referirse a hacer saltar por los aires
el principio de la irretroactividad
de las disposiciones penales, salvo cuando beneficien al reo.
Pero no nos engañemos, esto no ha terminado. Ya
lo dijeron los promotores del dislate, al intentar convencer a los socialistas
con el argumento de que permitieran a sus hijas (se ve que sus hijos varones
son ágrafos) que reescriban la Historia.
Se puede decir más alto, pero no más claro. Lo
que no se puede es ser más miserable. O sí, que esta gente es capaz de todo…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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