viernes, 20 de abril de 2018

Con la música a otra parte


Las lenguas regionales (y cuál no lo es, salvo quizá el inglés y el español, hablados en todo el mundo por personas cuya lengua de origen no es ninguna de las dos, lo que dejaría fuera de la ecuación al chino, que es hablado básicamente por chinos… y eso teniendo en cuenta que no es lo mismo el mandarín que el cantonés) merecen todo el respeto del mundo. Por minoritarias o artificiales que sean (y sí, estoy pensando en el batua), son vehículo de transmisión de la cultura (aunque, la verdad, uno no puede imaginarse qué átomo de cultura habrá en sustituir haizekaia por airoportuak… y si non é vero, é ben trovato).
Pero una cosa es respetarlas, y otra cosa pretender imponerlas a machamartillo. Como ya he señalado unas cuantas veces, con ese dialecto barcelonés del occitano que sus apologetas han conseguido que se llame catalán (por esa regla de tres, lo que ellos han conseguido que se llame castellano debería llamarse como lo que es, español… porque en el Valle de Arán, que está en Cataluña, lo que se habla es aranés) no logras ir mucho más allá del extremo septentrional de la calle principal de Andorra la Vella (del vascuence mejor no hablamos).
Por lo tanto, el primar el conocimiento de ese dialecto sobre cualquier otro tipo de cualificación académica (pero académica de las de verdad) es un despropósito, y más en casos en los que hay en juego la vida de una persona, como es el de los médicos. Pero cuando la cosa alcanza niveles de ridículo supino es cuando los socialistas de Baleares, dispuestos a demostrar que son más papistas que el Papa (léase más catalanistas que los catalanes), exigen desde el gobierno que detentan, el catalán para tocar en la sinfónica regional.
Será, no sé yo, que en catalán el papel se pauta de una manera diferente. Por ejemplo, que el pentagrama pasa a ser el cuatribarrado, u otra pejigada por el estilo.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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