Se
puede respetar al adversario, siempre y cuando éste muestre valor, gallardía,
coherencia… cualidades que le honren, por muy equivocada que pensemos que puede
estar su posición.
Por
esto mismo se ha hecho siempre difícil respetar a los terroristas vascos
(cobardes donde los haya, que se cagaban por la pata abajo –literalmente- si se
encontraban, no ya en inferioridad de posiciones, sino siquiera en igualdad). Y
por esto mismo también es imposible respetar a todos esos nacionalistas sobrevenidos que han surgido como setas una vez el
hablar ya no les podría suponer un perjuicio: hablo, claro está, del calvo melifluo y del charnego Hernández.
En
ese mismo grupo incluyo a Shakiro, un
tío inteligente pero que, con frecuencia, se pasa de listo al tomarnos a los
demás por tontos. Siempre se le ha acusado de ambigüedad, de nadar entre dos
aguas, de ser independentista y al mismo tiempo vestir la camiseta de la opresora España (en esto, Olegario Presas
demostró mucha más coherencia).
Hace
un par de semanas se descolgó con unas declaraciones en las que decía que
apoyaba el derecho a decidir, pero que nunca había dicho que fuera
independentista. Tal proclama era de fácil rebatir: tampoco ha dicho nunca lo
contrario (la famosa ambigüedad); y, por otra parte, ¿cómo, sin ser
independentista, se puede apoyar algo que es a la vez ilegal e inexistente?
Hala,
Gerardo, justifica eso si puedes.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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