La
izquierda (hablo de la española, porque de la del resto de otros países tengo
bastantes menos referencias) tiende a considerar que la cultura es patrimonio exclusivo suyo. Es decir, que un artista, de la clase que sea, ha de ser
de izquierdas, y si no lo es, no es artista, o al menos lo es pero de una
categoría muy inferior.
Naturalmente,
esto no es así. Hay grandes artistas de derechas (Alfredo Landa), o artistas
que no se casan con nadie y disparan contra todo lo que se menea (Arturo Pérez-Reverte
o José Sancho). Igualmente, dentro de la izquierda hay algunos que se auto
blasonan de artistas y que no pasan de juntaletras o junta frases (y malos,
además). Podría dar nombres, pero la lista se haría eterna.
Lo
malo de estos intelectuales de izquierda
es que se lo tienen tan creído que opinan sobre todo y sobre todos, venga o no
venga a cuento (que no suele venir) y tengan o no tengan los conocimientos y el
criterio suficientes (que no suelen tenerlos). Y, al modo goebelssiano, han
repetido tantas veces sus pamemas que ya la gente no se escandaliza o, todo lo
más, toman sus desvaríos aberrantes como la última boutade de la izquierda.
No
es fácil que me falten las palabras o la retórica, pero no sé si voy a ser
capaz de poner por escrito el pensamiento que me ronda por la cabeza. Pero en
fin, ahí va. Mucha de la culpa –o de la responsabilidad- de lo anterior lo
tienen los partidos políticos; básicamente los de izquierdas –es decir,
básicamente el PSOE-, pero también en no poca medida los de derechas (es decir,
básicamente el PP). Los uno, por alimentar, en una suerte de simbiosis
repugnante, ese rebaño apesebrado de estómagos agradecidos; los otros, por
claudicar acomplejados, por miedo al qué
dirán, y no plantarles cara como se merecen.
Ya
llego al nudo del asunto. Resulta que el último premio nacional de narrativa –una
escritora de mierda, y lo digo no por su calidad literaria, que ignoro y no
tengo el más mínimo interés en conocer, sino porque la escatología (en su
sentido orgánico y no teológico) parece ser el tema principal de su obra- se
alegra de los disturbios que sacuden Cataluña, y considera que es bueno ver fuego en lugarde cafeterías abiertas. Y esto lo dice desde La Habana, capital de ese paraíso de los trabajadores de donde
muchos quieren salir y donde muy pocos quieren entrar.
Pues
nada, que ella se tire al fuego mientras yo entro en una cafetería abierta.
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