domingo, 21 de abril de 2013

Ya iba siendo hora


La Constitución lo dice bien clarito en su artículo 3, apartado primero: El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. Y añade, en su apartado segundo, que Las demás lenguas españolas serán también oficiales en sus respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.
Por lo tanto, este artículo deja muy claras dos cosas: sólo hay una lengua oficial del Estado, que es el español, mal llamado castellano; y cuando un Estatuto de Autonomía así lo establezca, una Comunidad Autónoma podrá tener una lengua cooficial (esto es, además de, y no en lugar de) que, lógicamente, lo será en esa Comunidad (pero no en el resto de España).
Tan claras como están las cosas, nunca se han llevado a efecto. Los necionanistas de uno y otro pelaje han perseguido erradicar al español, primero en la vida pública (y en lenguas más o menos sencillas como el catalán o el gallego casi lo han conseguido; el vascuence es otra cosa… pero no una lengua y, desde luego, nada fácil) y luego hasta en la privada (aunque los niños en los recreos sigan hablando en español… desgraciadamente, que diría Durán y Lérida). La izmierda, opuesta a todo aquello que pueda sonar a español, ha sido cómplice, cuando no directamente coautora de semejante crimen (porque, como no me canso de decir, con el catalán no se puede ir más allá del extremo Norte de Andorra, y con el vasco ni eso), mientras que la derecha, tan maricomplejines ella, ha callado y consentido por miedo a que la tildaran de facha.
Envalentonados, los necionanistas han conseguido llevar sus delirios hasta la llamada Cámara de representación territorial, donde los que normalmente hablan el español (unos mejor y otros peor), lo olvidan rápidamente en cuanto tienen una tribuna delante. Han hecho varios intentos en el Congreso, con un éxito vamos a llamarle discreto. La última, hace diez días, cuando Tardá y su coro de energúmenos se empeñaron en hablar en catalán en la tribuna de la cámara. El presidente del Congreso, después de los avisos pertinentes, acabó retirándole el uso de la palabra. Este sí que es un presidente, y no el que había antejjj

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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