jueves, 12 de septiembre de 2013

A buenas horas

Considero a José María Aznar el mejor presidente de la democracia (Calvo-Sotelo probablemente tuviera más talla política, pero no tuvo tiempo de demostrarlo) y, si se me apura, incluso entre los mejores del siglo XX o inclusive de la historia de España. Lo cual no quiere decir, ni mucho menos, que considere su actuación, pasada y presente, irreprochable o inmejorable. Desde el yo hablo catalán en la intimidad hasta el retirar su reforma laboral por una asonada callejera, en su gobierno hubo sombras, aunque mucho menos (y menores) que las luces.
Recientemente, Aznar se ha descolgado, actuando como una especie de mosca cojonera del Partido Popular, con unas declaraciones en las que insiste en que hay que hacer reformas estructurales profundas. No niego lo acertado de tal insistencia; lo que cuestiono es que la insistencia provenga de alguien que lleva un cuarto de siglo en política y que, durante ocho años, fue presidente del Gobierno de España; los últimos cuatro con mayoría absoluta. Por lo tanto, podría haber emprendido perfectamente, hace ya década y media, esas reformas estructurales que ahora reclama con insistencia.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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