jueves, 7 de agosto de 2014

De moderados, nada

Tradicionalmente se ha venido haciendo una distinción, tanto en Cataluña como en Vascongadas, entre nacionalistas moderados y extremistas. Estos últimos serían los malos, mientras que los primeros serían los buenos. Como si pudiera haber nacionalistas buenos (buenos para alguien que no sean ellos mismos, se entiende).
Cualquiera con un mínimo de objetividad vería que la distinción entre unos y otros no vendría dada por su grado de maldad, puesto que ambos son igualmente perversos y malvados, sino por el recurso, mediato o inmediato, a la violencia. Los nacionalistas violentos emplean la herramienta con una violencia, y no tienen escrúpulo alguno en mostrar el desprecio que les merece la vida de los que no piensan como ellos. Desprecio que comparten con los nacionalistas moderados, que no recurren a la violencia… porque no lo necesitan, ya que para eso están los violentos. Esta dicotomía la verbalizó perfectamente el ex jesuita Javier Arzalluz cuando dijo aquello de unos sacuden el árbol y otros recogemos las nueces.
Que la moderación de los moderados no era tal resulta cada vez más evidente hasta para quienes no querían verlo. Porque no resulta demasiado moderada la quema de banderas de España, Francia y la Unión Europea (pero ¿no habíamos quedado que seguirían en Europa aunque se fueran de España? Si es que no se aclaran ni ellos mismos), acto que ha tenido lugar en el llamado pino de las tres ramas (que no sé dónde queda ni, la verdad, me importa) gracias a unos encapuchados… y al líder emergente de CDC tras la dimisión de Oriol Pujol.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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