jueves, 28 de agosto de 2014

Se veía venir

Desde que fundó su chiringuito electoral –pues eso y no otra cosa son los partidos políticos en España- he criticado al partido de Rosa Díez. O, por ser más exactos, la he criticado a ella, y desde bastante antes de que abandonara las filas del PSOE.
Dos eran las razones fundamentales que me movían a hacerlo: la primera, la querella conta Antonio Mingote por un editorial gráfico (que es lo que realmente eran las viñetas del genial dibujante) publicado –dónde si no- en el diario ABC, siendo ella consejera de cultura en el consejo de gobierno de la comunidad autónoma vasca; la segunda, un espacio de propaganda electoral con motivo de unas elecciones al Parlamento Europeo, en el que recurría a todos los tics y los tópicos más rancios de su partido.
Asumamos que realizó ambos actos en contra de sus convicciones más íntimas, pero por sentido de disciplina de partido. Asumamos que fueran esas convicciones, y no el verse relegada en sus aspiraciones (optó nada menos que a la secretaría general en aquel infausto proceso en el que salió elegido Rodríguez), las que finalmente la abocaron a abandonar el partido fundado por Pablo Iglesias (senior) y crear, en compañía de algunas figuras relavantes de la vida pública, ese partido cuyas siglas son UPyD. Asumamos todo eso.
Pero es que desde que fue elegida diputada, primero sola y luego en compañía de otros, la señora Díaz ha mostrado tres rasgos bastante persistentes (también es cierto que estoy predispuesto a buscarlos): una descarada tendencia a la demagogia fácil (lo que no deja de ser un pleonasmo), una enervante indefinición ideológica y un molesto afán de protagonismo que le lleva a querer ser perejil de todas las salsas. Todo ello, desde luego, no justifica el trato casi desdeñoso que le dedica el presidente del Gobierno. Son otros, y no ella, los mayores peligros para la estabilidad y la prosperidad de España.
A lo que voy es que Rosa Díez no es ni mejor ni peor que la media de la clase política española. Es como todos. Por eso, que ahora –con motivo del trato que se la ha dado al eurodiputado de su partido Sosa-Wagner cuando ha propuesto un acuerdo con Ciudadanos- algunos se caigan del caballo como san Pablo camino de Damasco y la pongan a parir cuando hace no demasiado la consideraban poco menos que la última esperanza de la democracia me produce un gran consuelo. Porque yo he venido diciendo lo mismo desde hace bastante…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

No hay comentarios: