miércoles, 29 de octubre de 2014

Un cuenco de su propia medicina

Los progres, en general, se amparan en determinados derechos para hacer lo que les viene en gana, pero protestan airadamente cuando los demás, en plan confuciano, les hacen a ellos lo que ellos hacen a los demás.
Voy a intentar explicar ese trabalenguas. Los delinquidores que han venido realizando escraches (todos contra políticos del Partido Popular, mira tú que casualidad… o no) se han acogido al derecho a la libertad de expresión para defender lo que no son sino actos de acoso contra figuras públicas (olvidando que es una máxima universal que los derechos de uno terminan donde empiezan los de los demás). Pero cuando la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes (una política que no parece de derechas, dado lo escasamente maricomplejines que es) señaló que presta apoyo a grupos filoetarras o proetarras (para hablar claro, Bildu y Sortu), la nunca hipotecada Colau reaccionó diciendo que se había lesionado su honor (suponiendo que tenga tal cosa, añado yo).
Pues bien, hace una semana la justicia decidió que Cifuentes no había lesionado el honor de Ada Colau, y que esta debe respetar la libertad de expresión cuando es ejercida contra ella, al igual que se respeta cuando ella pone como no digan dueñas a quien le sale de las narices.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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