jueves, 17 de septiembre de 2015

Cuesta abajo y embalados

El sector público, a diferencia de la iniciativa privada, es en general y por definición deficitario. Básicamente, porque la iniciativa privada arriesga su propio capital, mientras que el sector público, como dice la expresión, tira con pólvora del Rey.
Así las cosas, cuanto mayor sea el sector público en un país y menor la iniciativa privada, más posibilidades hay de que ese país vaya a la ruina. Ejemplo paradigmático son las dictaduras comunistas (ayer el bloque soviético, hoy Cuba o Venezuela): no importa lo rico que sea el país en materias primas, el sistema abocará la economía de esa nación a la ruina.
Centrándonos en España, la hipertrofia del sector público que ha traído la Constitución (Estado, comunidades autónomas, diputaciones provinciales, municipios…) permitía predecir que la economía española –que tampoco es que sea la bomba, precisamente, en cuanto a recursos o competitividad- se iría al garete. En las épocas de bonanza, mal que bien, fuimos capeando el temporal, pero cuando ha llegado la crisis las vergüenzas han quedado al aire.
Y es inútil que papá Estado avale el endeudamiento de los demás entes territoriales. Eso no les iba a inducir a refrenarse en sus dispendios y actuar con racionalidad, sino más bien a todo lo contrario: puesto que pagan otros, no hay nada de qué preocuparse y puede seguirse gastando como si ni hubiera mañana.
Y eso es lo que ha pasado. Tras las últimas elecciones autonómicas, en las que las alianzas socialcomunistas han copado los distintos gobiernos regionales, las comunidades de izquierdas plantean la posibilidad de quitas en su deuda por cantidades que alcanzarían los ochenta mil millones de euros, que se dice pronto. Como justificación aducen que no pueden pagarla.
Pues que ellos y los que les precedieron, de uno y otro signo, lo hubieran pensado mejor antes de gastar como tontos y como locos. Porque el dinero público no es que sea, como dijo aquélla, de nadie, sino todo lo contrario: es de todos. Y es a todos, por lo tanto, a quienes nos lo quieren escamotear.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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