viernes, 25 de noviembre de 2016

Izquierdismo en estado puro

En los políticos en general, pero con los de izquierdas en particular, resulta perfectamente aplicable aquello de haz lo que hago, no lo que digo, porque en ninguna otra ideología está más ausente la ancestral norma de predicar con el ejemplo. Eso sí, buscarán las justificaciones más descabelladas para (intentar) sostener su contradicción ambulante.
Tomemos como ejemplo el caso del desalojo por parte de los servicios municipales de los ocupas llamados Patio Maravillas. A la manifestación en contra de esta actuación del consistorio madrileño acudieron varios concejales que, como he señalado en repetidas ocasiones, no han superado su etapa de activistas callejeros y no son, por tanto, conscientes de que gobiernan para todos los madrileños, no sólo para los de su cuerda. Y si son conscientes, no se les da una higa.
Doña Rojelia no vio nada extraño en eso de ser parte de los que ordenan el desalojo y, a la vez, estar en contra de ese desalojo. Según ella, los concejales estaban en el ejercicio de su libertad de expresión y lo habían hecho a título individual. Al menos, parecía conservar la suficiente capacidad de raciocinio como para afearles sus propias contradicciones.
Raciocinio que debió gastar completamente en ese afeamiento, porque entre los concejales que defendía a los ocupadores se encuentra la propietaria de nueve inmuebles. La presidente de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes –la rubia de la coleta, que diría ese gañán (y perdón a los gañanes) al frente de la concejalía de Hacienda-, anduvo lista y afeó a esa concejal, de apellido Calcerán, su hipocresía: si tan en contra está del desalojo de los ocupas, dijo, que les ofrezca alguno de sus nueve inmuebles.
A esto, la alcaldesa replicó que no es contradictorio tener un determinado patrimonio y defender un planteamiento ideológico concreto (que se lo digan a todos los rojiprogres… no sé, Bocabuzón y el nieto del picador, artistas de izquierdas que se dedicaron a producir algo tan aparentemente casposo como las películas de folclóricas). En parecidos términos, la concejal en cuestión afirmó con todo desahogo que tener un cierto patrimonio no impide defender el reparto de la riqueza.
Es cierto. Pero te convierte en una hipócrita, hija mía, salvo que la riqueza por la que empieces a repartir sea la tuya. Cosa que no ocurre en este caso.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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