sábado, 26 de noviembre de 2016

Viva Cuba libre

No voy a decir que me alegro de que haya muerto por fin el tirano de las barbas, pero sí que no lo siento ni siquiera por sus familiares, y que espero que esté ardiendo en el infierno.
Sí, ya sé que el infierno no existe como un lugar físico, sino que es la ausencia de Dios, y que por lo tanto, hablar de llamas, de calderas y de Pedro Botero carece de sentido teológico. Pero creo que se me entiende perfectamente.
Los cristianos, por definición, adoramos a alguien que es eterno y que, por lo tanto, nunca morirá. Es más, nuestra fe nos dice que nosotros tampoco moriremos para siempre, y tenemos la esperanza de ver a nuestros seres queridos en la otra vida.
Los ateos de extrema izquierda, por el contrario, piensan que no hay más vida que la terrenal. Pero, envidiosos de los que creemos en algo más, se han creado sus propios santos laicos, a los que adoran con un fervor y un fanatismo que ya quisieran para sí los terroristas islamistas. Lo malo, para ellos, es que sus ídolos, como seres humanos que son, van desapareciendo. Uno a uno, y aunque tarden, todos caen. Es sólo cuestión de esperar...
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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