jueves, 5 de abril de 2018

Jeta magna


Que España es una democracia imperfecta manifiestamente mejorable es algo evidente hasta para quienes se empeñan en negarlo contra viento y marea. Es, en cualquier caso, algo preferible a lo que implantarían, si pudieran, los neocom que tanto la critican, o sea que más vale lo malo conocido que lo nuevo por conocer.
España es, en realidad, una partitocracia, con los partidos políticos infiltrados en todos los órdenes de la vida pública española, de los medios de comunicación a la judicatura. En aquellos lugares en los que alguna formación se ha perpetuado en el poder –los paleocom en Marinaleda, los socialistas en toda Andalucía… sí, ya sé que habría ejemplos de la otra cuerda del espectro político, pero dejadme que me despache con quienes me apetezca-, la confusión entre Administración pública y partido ha devenido inextricable.
Ahora, dando un paso más, los partidos políticos se han propuesto blindar las subvenciones que reciben, de modo que el artículo 6 de la Constitución Española recoja y blinde la financiación pública de los partidos políticos. Esta propuesta ha partido de suciolistos, neocom y naranjitos (que, visto lo visto, están demostrando ser más de lo mismo, como los chicos del coleta).
La verdad, no veo mayor inconveniente. En España estamos acostumbrados a pasarnos el ordenamiento en general y la Constitución en particular por el epidídimo, así que una cosa más no se iba a notar demasiado.
Es broma, claro. Lo de que no le veo inconveniente, quiero decir. En realidad, me parece una desfachatez de la peor estofa. Al igual que en el caso de los sindicatos, los partidos políticos deberían financiarse única y exclusivamente de aportaciones privadas, en lugar de chupar de la teta pública.
Y si así no sobreviven, pues al hoyo. No hay nada ni nadie imprescindible.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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