miércoles, 25 de julio de 2018

Hablemos de baloncesto

Conocí el baloncesto de la NBA en los años ochenta (del siglo pasado, como suele decirse… pero no pueden ser otros años ochenta, ni para mí ni para ese baloncesto) gracias a la enciclopedia Mi baloncesto, de Antonio Díaz Miguel.
En aquel entonces, la rivalidad entre los Celtics de Boston y los Lakers de Los Ángeles se encontraba en su punto álgido. Quién sabe por qué, pero me sentí más atraído por el equipo verdiblanco que por el morado y oro. Para mí, el primero encarnaba –y todavía encarna- el equipo por encima de las individualidades (a pesar de tener un jugador del calibre de Larry Bird), mientras que los angelinos giraban alrededor de otra figura de primera magnitud como Earvin Magic Johnson.
Igualmente, en aquella época empezaba la carrera de, para algunos, el mejor jugador de la Historia, Michael Jordan. Pero, como yo decía, de un negro de dos metros lo menos que podía esperarse era que saltara como un gamo; mientras que los casos de un base de más de dos metros y un alero blanco con aspecto de sobrepeso sí que tenían mérito.
Viene todo esto a raíz del cambio de equipo de uno de los jugadores más determinantes de la última década larga, Lebron James, que ha ganado campeonatos en dos equipos y ahora marcha a un tercero que va de capa caída desde que su última figura –Kobe Bryant-  inició su inevitable decadencia.
La cuestión es si un jugador tan determinante, capaz de echarse un equipo a la espalda y llevarle hasta las finales de la NBA será capaz de revitalizar a los alicaídos lacustres. Si logran armar un equipo a su alrededor, quizá puedan ponerse a la altura de los Golden State Warrirors y, por lo tanto, tendrán opciones de volver a ganar el anillo.
Teniendo en cuenta que los Lakers están a sólo un campeonato del récord de los Celtics, espero que no lo consigan. Al menos, no hasta que los de Boston ganen de nuevo un campeonato.
Algo de lo que, a día de hoy, están más cerca que los californianos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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