lunes, 2 de julio de 2018

Silbato y se acabó


Y pasó lo que tenía que pasar, que España cayó eliminada en el campeonato mundial de fútbol. Demasiado lejos habíamos llegado, incluso, debido sobre todo a tres factores (y no entro en la destitución del seleccionador cuarenta y ocho horas antes de jugar el primer partido, que de eso ya hablé en su día):
  1. Después de diez años jugando a lo mismo, los rivales ya saben cómo neutralizar nuestro juego: se planta un autobús delante de la portería, y a esperar.
  2. Derivado de lo anterior, no tenemos un plan B. Peloteo, peloteo y más peloteo. Pero sólo con posesión no se ganan los partidos, y si no que se lo digan al charnego, tan ufano de tener un setenta por ciento de posesión en una eliminatoria contra el Bayern de Múnich… en la que al Farça le cayeron siete goles.
  3. Se trae a jugadores –Silva, Iniesta- en agradecimiento a los servicios prestados, en lugar de traer a los que mejor están en cada momento. Algunos dicen que se van… pero sólo cinco minutos antes de que les echen (en el sentido de no volverles a llamar).

O solucionamos los puntos dos y tres –venga el que venga-, o estamos apañados. Y ya ni siquiera tenemos el consuelo de caer en cuartos, porque esta vez lo hemos hecho en octavos…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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