jueves, 30 de mayo de 2019

Liberticidas orwellianos

La izquierda es, por definición, totalitaria y antidemocrática. A las primeras de cambio ya están diciéndote qué puedes y qué no puedes hacer, qué puedes y qué no puedes decir y hasta qué puedes y qué no puedes siquiera pensar. Es probable que por eso mismo se lleven tan a partir un piñón con teocracias intolerantes como la que impera desde hace ya cuatro décadas en Irán.
En España, la última de los progres ha sido volver a instaurar el control horario por decreto (es una frase hecha, no estoy hablando en términos estrictos de técnica legislativa). En tiempos de deslocalización, teletrabajo y demás moderneces, los epígonos de Marx y Engels siguen anclados en el pasado, y establecen que las empresas quedan obligadas al registro diario de jornada también respecto de trabajadores móviles, comerciales, temporales, trabajadores a distancia o cualesquiera otras situaciones en las que la prestación laboral no se desenvuelve, total o parcialmente, en el centro de trabajo de la empresa.
Y mientras montan este lío fenomenal y las empresas –que, recordémoslo, son privadas y, por lo tanto, deberían poder organizarse, dentro de unos límites lógicos, como les plazca- protestan diciendo que no son funcionarios (alguno podría sentirse molesto por esta alusión), va la ministra del ramo y demuestra que ya hace casi tres cuartos de siglo Eric Blair les había calado pero bien.
Porque resulta que estará excluido de fichar el personal de alta dirección, pero no los trabajadores que no siendo estrictamente personal de alta dirección, son mandos intermedios, cargos de confianza o con ejercicio de especiales responsabilidades, aunque tengan pactado un régimen de libre disponibilidad del tiempo de trabajo o forme parte de sus obligaciones contractuales su plena disposición horaria para el cumplimiento de su actividad profesional. A renglón seguido, la misma ministra tuvo que anunciar inspecciones ya que nadie se ha tomado en serio su registro de jornada.
Que tenga cuidado con lo que desea. Si la gente empieza a tomárselo en serio, lo mismo acaba colgada de una farola… en efigie, naturalmente.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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