lunes, 27 de abril de 2020

Cree el gritón (o la gritona) que todos son de su condición

No hay otra forma de decirlo: me disgusta el feminismo actual. Al menos, el que tiene más predicamento en los medios de comunicación, quizá porque sea el que hace más ruido. Ese del cual se ha apropiado la izquierda hasta convertirlo en un coto cerrado, exclusivo y excluyente, intolerante y de mal gusto, que hace que a sus integrantes se les denomine, con toda justicia, feminazis.
Algunos creemos que no debieron permitirse las concentraciones del ocho de Marzo: no ya por ser un espectáculo de dudoso gusto (que también, pero eso ya entra en el ámbito de las apreciaciones estéticas de cada cual), porque en tal caso deberían prohibirse todos y cada uno de los años, sino porque creemos que fue el caldo de cultivo -y nunca mejor dicho, científicamente hablando-, o al menos contribuyó a ello, para el elevado número de contagios por el Covid-19 que vinieron después.
Pero, en cualquier caso, es un tipo de reuniones a los que cualquier persona con dos dedos de frente y un mínimo de amor propio, y más si se es político y de derechas, jamás debería acudir. Sucede en las concentraciones del orgullo No-Che, y sucede en los aquelarres feminazis, donde se insulta e incluso amenaza de muerte a periodistas y políticos cuando no son de la cuerda de las bestias que aúllan, con lindezas tales como ¡Villacís, puta, fuera!
Pues nada, al año que vienen volverán a las andadas, las que gritan y los que son vituperados. Los hay que no escarmientan.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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