miércoles, 6 de enero de 2021

Cartas del diablo a su sobrino

Al principio, no es que supiera mucho de Clive Staples Lewis. Sí, era una figura periférica (un personaje secundario, podríamos decir, aunque con cierta enjundia) en la biografía de John Ronald Reuel Tolkien (léase tolkin… lo que me ha costado asumirlo), a la que el propio Tolkien convirtió desde el ateísmo (aunque no al catolicismo de Tolkien, sino al anglicanismo… como creador de mundos Tolkien sería un maestro, pero como catequista parece que tenía algunas deficiencias) y que, para remate, llamaban Jack.

Luego salió la película de Tierras de penumbra (que no he visto), leí la serie de Las crónicas de Narnia, y a continuación Los Inklings, que -a pesar de su título aparentemente colectivo- se centra sobre todo en el propio Lewis (al fin y al cabo, Carpenter ya había escrito una biografía de Tolkien). Tras eso vino la Trilogía cósmica… y así es como he llegado a la obra que ahora comento.

Para empezar, y en el plano puramente personal, no deja de ser curioso que, para una obra de apologética cristiana (aunque escrita lo que podríamos decir a sensu contrario, o empleando psicología negativa) que me leo, no la haya escrito un autor católico sino, como he dicho, un anglicano, aunque venga bien recomendado (de hecho, la obra está dedicada al propio Tolkien).

En cuanto al título, reconozco que la traducción literal del original (Las cartas de Escrutopo) quedaría poco dramático, por así decirlo, así que alabo la elección, pero con un matiz: dado que el propio Lewis establece que no cree en el diablo, en singular, sino en los diablos, quizá habría sido más correcto titularlo Cartas de un diablo a su sobrino. Sí que hay que elogiar la traducción de los nombres de los diablos: dado que en el original se basaban en juegos de palabras (de palabras desagradables), requiere de habilidad el mantener ese doble sentido en la versión de la lengua de Cervantes.

Por lo que hace a la estructura de la obra, podríamos decir que es una novela epistolar de tercera mano. Narra el devenir -vital y espiritual- de un británico, encomendado para su condenación al diablo Orugario, que refiere a su tío Escrutopo sus avances y retrocesos (más lo segundo que lo primero) en la tarea encomendada.

En cualquier caso, un poco difícil de leer, aunque menos de lo que cabría pensar dada la materia que trata, en parte gracias al enfoque adoptado y en parte gracias a la brevedad de las cartas, de unas cuatro páginas cada una. En cualquier caso, es cuestión de tiempo que caiga El diablo propone un brindis, especie de continuación de esta obra.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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