Los necionanistas están tan pagados de sí mismos -o, por decirlo de otra manera, se dedican tanto a mirarse el propio ombligo- que no se dan cuenta del ridículo en el que caen.
Hace un par de semanas,
la selección española (si uno no dice otra cosa, se sobreentiende que se está
hablando de fútbol y del combinado masculino) jugó en Barcelona;
en concreto, en el campo del Real Club Deportivo Español, el equipo de mis
amores.
La asistencia fue multitudinaria. Las banderas españolas, abundantes. El
respeto a los símbolos patrios, general. El entusiasmo, amplio. El juego…
bueno, el juego fue mejorable (encima, jugábamos contra Albania, que ya tiene
delito la cosa).
¿Y qué es lo que hizo el segundo diario deportivo regional? Pues
referirse a los que asistieron para animar a la selección española (ni la
roja ni co… scorrones) como colonia española. Debe ser de los pocos
casos, por no decir el único, en el que la colonia supera a los aborígenes
(por no llamarles degenerados).
A propósito: el tercer párrafo, salvo las frases primera y última, me
lo he inventado completamente. Pero estoy seguro de haberlo clavado.
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