martes, 14 de junio de 2022

Proceso al proceso (404)

En los altares laicos de izquierdistas y secesionistas figuran dos sujetos despreciables, miserables y asesinos de masas.

A uno, Santiago Carrillo, la Historia le permitió -fiel a ese oportunismo que siempre le caracterizó- participar en traer la democracia a España, aunque en sus últimos años -y estos fueron largos-  volvió a soltar las barbaridades que casi todo comunista vomita; y nunca, jamás, reconoció responsabilidad en el genocidio contra los cristianos en Madrid en los primeros meses de la Guerra Civil, y mucho menos pidió perdón por ello.

El otro, Luis Companys, era si cabe más miserable que el comunista. También mandó asesinar a diestro y siniestro movido por el odio ideológico, pero no se quedó ahí y ordenaba quitar de en medio a cualquiera que le molestara… aunque fuera para encamarse con alguna de la que se hubiera encaprichado.

A Carrillo le dieron un doctorado horroris causa y como regalo de cumpleaños zETAp ordenó quitar la estatua de Franco en Nuevos Ministerios con nocturnidad y alevosía. A la tumba de Companys, fusilado tras un consejo de guerra acabada la contienda civil, peregrina cada año la piara secesionista, le han dedicado estadios y le han levantado estatuas.

En una de las cuales -la de Lérida- han colgado un cartel, en recuerdo de los más de ocho mil catalanes que ordenó asesinar. Eso también es memoria histórica, aunque a algunos no les guste que se la recuerden.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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