sábado, 8 de julio de 2023

La degeneración de la clase política

Cuando un político hace algo reprobable o que, simplemente, no desea que se conozca, se preocupa de que no quede rastro de su actuación.

Así, Winston Churchill dijo que la Historia le trataría con benevolencia, porque tenía la intención de escribirla. En un estilo menos elegante, más del Sur de Despeñaperros, Felipe González dijo, a propósito del caso Flick de (presunta) financiación ilegal del PSOE, que no hay pruebas ni las habrá, ni de Flick ni de Flock.

No es que Isidoro fuera precisamente un modelo de estadista ni de orador, pero al lado de la patulea que hoy hoza en la formación que antaño dirigió parece casi Cicerón o Julio César. Porque el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer une, en tal medida que se hace difícil determinar qué es lo que prepondera, la inepcia a la desfachatez.

Y así, a propósito de la carta que (presuntamente) escribió Pedro Sánchez, dirigida al tirano que impera al Sur del estrecho de Gibraltar, por la que se daba un giro copernicano a la postura española sobre la antigua provincia española -porque eso, como Guinea, es lo que fue, y no colonias, como suele decirse- del Sáhara Occidental, y se ponía el tafanario en pompa para que el moro gurrumino hiciese lo que le pugliera, han tenido que admitir que no existen en Moncloa documentos sobre la misiva.

Y se quedan más anchos que Pancho, oye…

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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