En general, los que se denominan ateos o librepensadores son, en realidad, básicamente anticristianos (y, en
el caso de España, anticatólicos). Cualquier cosa (mala, clara) que haga un
cristiano será magnificada; mientras que si el que la comete es de otra
religión (judaísmo excluido, puesto que también es foco de las iras del progretariado), y específicamente
musulmán, se disculpará diciendo que ha sido realizada por elementos exaltados,
pero que eso no responde al sentir general de los fieles de esa religión.
Los que critican la Biblia por recoger
–especialmente en el Antiguo Testamento- la línea de pensamiento de una
sociedad que no se corresponde con la actual, obvian que el Corán hace
exactamente lo mismo. Con el agravante de que entre los musulmanes no hay,
prácticamente, elementos moderados (al menos, que hayan salido del armario, por así decirlo), puesto que, por decirlo lisa
y llanamente, los elementos exaltados
se los cargan. Al igual que tampoco hay apóstatas (vivos) en el Islam, ya que
la apostasía es un pecado penado con la muerte.
Y cuando se critica al Islam,
especialmente a esa facción más llamativa o fundamentalista, se tilda al
crítico de islamófobo, mientras que a nadie se le ocurre llamar cristianófobo a
alguien que critique la Insquisición.
Así ha ocurrido hace poco con una
somalí que huyó de su país a Holanda, y de allí a Estados Unidos. Pues bien, en
la tierra de los valientes y el hogar de los libres, a esa mujer se le ha
retirado el doctorado honoris causa
que iba a recibir porque ha criticado a los islamistas…
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