Hace una semana se produjo un debate
electoral entre los cabeza de lista de los dos principales partidos de España. Digo
debate porque así es como lo llamaron. No lo ví –nunca los veo-, pero sé que
fue como todos los anteriores: una sucesión de monólogos, el del candidato
popular interrumpido por el de la socialista. Una cosa encorsetada y nada
espontánea; menos aún en el caso del popular que, aconsejado por Arriola,
mantuvo un perfil bajo. Luego, queirendo explicar la cosa, dijo que no había
querido alardear de su inteligencia para que al vencer a su rival, siendo éste mujer,
no le tildaran de machista. Evidentemente, esto supuso poner en bandeja de
plata al progretariado una matraca
que han venido utilizando desde entonces, encabezado por la indocta Valenciano,
que ha afirmado que las mujeres españolas no aceptamos que nos consideren inferiores.
Inferiores quizá no, pero las
socialistas sí que admiten que las consideren floreros, empezando por las ocho miembras del primer gobierno de zETAp y
terminando por González-Sinde Scargas, que fue nombrada porque tenía más glamour que el anterior titular del
Ministerio.
Porque repasemos lo que dijo Cañete. No
dijo que las mujeres españolas fueran inferiores. Ni siquiera dijo que
Valenciano fuera inferior (que lo es, pero esa es otra historia). Lo que dijo
fue que si hubiera vencido el debate demostrando su superioridad intelectual,
le habrían llamado machista. Pues se equivocó: no venció, no demostró nada… y
le han llamado machista, y no fatuo, presuntuoso, soberbio o imprudente, que son
adjetivos que cuadrarían mucho mejor a sus palabras.
Pero claro, de eso no se han percatado
las glamourosas mujeres de la
izquierda… o no les ha interesado.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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