jueves, 29 de mayo de 2014

Historia de los reyes de Bretaña

Hace no mucho me quejaba de que, por muchas versiones de los mitos artúricos que encontrara, siempre me faltaban tres esenciales: de más moderna a más antigua, las de White, Chrétien de Troyes y Geoffrey de Monmouth. Pero el que la sigue la consigue: ya me leí la de White, y mientras escribo estas líneas estoy atacando la versión de los mitos artúricos escrita por el francés.
Se supone que Monmouth pretende escribir una crónica de los monarcas británicos desde su origen como asiento de los exiliados troyanos –lo que en cierto modo los emparentaría a los romanos, con los que chocan una y otra vez a lo largo de la Historia- hasta que se vieron definitivamente superados por los sajones, unos cuantos siglos antes de la invasión normanda (lo que le permitía no enemistarse con sus actuales gobernantes).
Evidentemente, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, a pesar de las notas históricas reales que Geoffrey intercala de vez en cuando. Si por algo es famosa esta obra es porque saca al rey Arturo del folclor celta y lo introduce en la tradición europea, de donde ya no se apartará.
En cuanto al tono general de la obra, no es muy original: hay gobernantes buenos y malos, luchas civiles e invasiones extranjeras, conflictos dinásticos y salvadores providenciales. Centrándonos en Arturo, es el personaje al que más páginas se le dedican, pero aquí aparece exclusivamente como monarca que comenzó expulsando a los sajones de Gran Bretaña y terminó conquistando prácticamente toda Europa Occidental (salvo, parece, la Península Ibérica, mira tú por dónde). Ginebra aparece, y también Excalibur (aunque con el nombre de Caliborn) y Mordred, pero no los demás elementos y personajes de los mitos artúricos (salvo Merlín, al que luego me referiré): no hay Lancelot, ni Dama del Lago, ni Camelot, ni Mesa Redonda, ni Grial.

En cuanto a Merlín, casi toda su intervención se reduce a una profecía que rivaliza en surrealismo con las descripciones de Lewis Carroll y que deja al lector preguntándose si el buen mago no se habrá tomado algún hongo alucinógeno antes de empezar a profetizar…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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