Adquirí esta novela antes que la de su predecesora, El guerrero del bronce. Meses antes; de hecho, supe de la existencia de la primera parte al ojear la segunda. Llegué a temer que llegaría el momento de leerme la segunda (leo los libros por -casi- riguroso orden de adquisición, como sabe cualquiera que me conozca un poco) sin tener todavía la primera, y que tendría que posponer su lectura hasta tener ambas. Afortunadamente, tal contingencia no se produjo, e incluso me sobraron varias semanas.
Dicho lo cual, paso a hablar de la novela en sí. Si la anterior narraba el periplo vital (huy, qué bonito me ha quedado) de Agamenón hasta que lograba sentarse (y asentarse) en el trono de Micenas, la presente cuenta lo ocurrido desde ese momento hasta el final de sus días. Shipway mantiene el mismo tono realista y desmitificador, dando explicaciones racionales a los hechos legendarios, e incluso aprovechando para reírse (por boca de Agamenón) de las exageraciones que Homero aplicó a la (supuesta) verdad histórica cuando elaboró sus inmortales poemas.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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