La
doble vara de medir, no sólo en España, sino en Europa en general y en todo el
mundo es un hecho. Se critica a la extrema izquierda, pero mucho más a la
extrema derecha, cuando los postulados de una y otra son igualmente reprobables
y su pasado igualmente deleznable. Sin embargo, nadie pone el grito en el cielo
por el hecho de que la extrema izquierda gobierne en ciudades importantes de
varios países (España sería el ejemplo paradigmático), e incluso en países
enteros (Grecia), y no se estigmatiza a los partidos moderados que, llegado el caso, prestan su apoyo a los neocom (los paleocom, en general, han quedado apartados al museo de antigüedades).
En cambio,
la posibilidad de que la extrema derecha llegue a gobernar en Francia pone los
pelos de punta, y si algún partido de derecha moderada les diera su apoyo para
conseguir alcaldías o gobiernos regionales, instantáneamente sería atacado por
el resto del espectro político (de izquierdas, se entiende). Lo más irónico de
todo es que el caladero principal de votos del Frente Nacional es,
precisamente, el que debería ser el caladero de votos de la extrema izquierda:
las clases bajas y obreras.
Vamos,
talmente como hace cien años en Alemania e Italia.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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