Las
dos ciudades españolas más importantes tienen la desgracia de padecer
alcaldesas neocom. En Madrid tenemos
a doña Rojelia, una ex abogada, ex
juez y ex perta en ocurrencias varias, a cual más ridícula, delirante o,
directamente, irrealizable. Ya he hablado de ella unas cuantas veces, y volveré
a hacerlo dentro de algunos días.
En Barcelona,
en cambio, tienen a una ex nada que valga la pena. Actriz sin oficio ni
beneficio, sedicente defensora de los afectados por las hipotecas que en su
vida ha tenido que pagar una, hasta sus propios defendidos la atacan porque, según ellos, se dedica más a medidas
cosméticas que a parar los desahucios, ya sean de hipoteca, alquiler u ocupación.
La bruja
Piruja, a pesar de haber colocado a media familia, cosanguínea o por
afinidad (en esto se parece a la sosias del muñeco de la ventrílocua que no
para de mencionar a Orejilla del Sordete), sigue proclamando que en absoluto hay nepotismo en el ayuntamiento de Barcelona. Mientras, el hermano de su pareja (o la pareja de su hermana
o hermano; esa manía de decir cuñados,
suegros, solteros y demás cuando no hay vínculo matrimonial me chincha
bastante, además de resultar bastante confuso) le ha partido la cabeza a un turista británico.
Probablemente, lo que quería era meterle en la
mollera que los turistas ya no son bienvenidos en la nueva Barcelona neocom.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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