Esta
es una entrada que lleva pendiente tres semanas, desde las fallidas (para él,
claro) votaciones de investidura del candidato socialista a la presidencia del
Gobierno. Primero, repasemos los hechos, y luego vaticinaremos el futuro.
En primer
lugar, Su Majestad el Rey, con muy buen sentido, decidió no abrir una tercera ronda de consultas con los partidos. Una postura bastante lógica, puesto que,
en principio, nada había cambiado: el PP seguía solo (salvo el apoyo
testimonial de, por ejemplo, Foro Asturias), y los apoyos del PSOE seguían
siendo inferiores a los necesarios para que Sánchez resultara elegido presidente.
Al respecto
del secretario general de los socialistas, ejemplifica la típica postura de su
partido tras unas elecciones, las que sean: si son los más votados, es que el pueblo ha decidido que sean ellos los
que gobiernen; y si no lo son, pero logran pergeñar alianzas electorales
suficientes, el pueblo también habrá
decidido que sean ellos los que gobiernen. Por ello, y en un extraño
movimiento, siguió bramando contra los neocom
–que amenazaron con retirar su apoyo al PSOE en aquellas comunidades en las que
gobierna gracias a ellos… quizá sin reparar en que ellos gobiernan en
ayuntamientos nada despreciables gracias al PSOE- mientras proclamaba a los cuatro
vientos que mantendría la iniciativa porque tiene
más apoyos que Rajoy.
En cuanto
a los naranjitos –esos que hacen que
el político sin vocales tenga más apoyos que el presidente del Gobierno en
funciones-, reciben por todos lados. Por la izquierda, porque los neocom se oponen a participar en una alianza en la que se encuentre el partido de Alberto Rivera, y planten al PSOE
si pretenden que un encuentro a dos se convierta en un encuentro a tres; por la
derecha, porque el PP les acusa de haberse plegado al programa socialista, lo
que es una extraña manera de trabajarse
al partido que, con más probabilidad, aunque ésta sea escasa, les apoyaría en
un eventual gobierno encabezado por el PP.
Mientras,
en la formación neocom se producía una pugna entre, llamémosles así, los defensores de las esencias y los
posibilistas, entre aquellos que prefieren los principios al poder (ilusos…) y
aquellos otros que prefieren al poder a los principios (algo muy marxista –de Groucho,
no de Carlos-, por otra parte). Y, pretendiendo seguir por encima de todo, Junior, que tan pronto cesa a la mano derecha de su mano derecha (y promueve perlas como que si algiuen no sigue las
tesis de Junior, hay que corregirlo… afortunadamente para los
discrepantes, lo más parecido que tenemos en España a Siberia serían Teruel o Soria,
por lo desierto y lo frío) como, ante el varapalo que vaticinan las encuestas,
busca reconstruir puentes con aquel partido de la casta con el que, en principio, tendría más posibilidades de
formar gobierno.
A propósito
de lo cual, una digresión. La manera más sencilla que tienen los neocom de sobrepasar a los socialistas
como fuerza principal de la izquierda sería coaligarse electoralmente con los paleocom, una formación a la que,
tradicionalmente, el sistema electoral español ha perjudicado de mala manera,
obteniendo una representación en el congreso muy inferior a la de (por ejemplo)
formaciones nacionalistas que, por tener muy concentrados sus votos, han sacado
un mejor rédito a los mismos. Claro, que esto supondría la desaparición
práctica del PCE, subsumido en Izquierda Unida, subsumida en como se llamen las
siglas con las que concurrieron a las elecciones de Diciembre, subsumidas en la
formación neopaleocom.
Mientras,
el socialista, desesperado, pedía ayuda al neocom
griego para que intercediera ante su homólogo hispano. El heleno, con bastante
buen sentido, se quitaba de en medio diciendo que era algo que no le competía. Mientras,
la ocurrencia del socialista daba lugar a una sarta interminable de
chascarrillos ante su aparentemente insaciable e infructuosa ansia de acceder a
la presidencia del Gobierno.
Todo
lo anterior, respecto a cómo están las cosas. En cuanto a qué es lo que puede
pasar, he de decir que la situación cada vez me recuerda más a la catalana de
hace unos meses, cuando los odios aparentemente africanos entre sistemitas y antisistema sistemizados
habían provocado un impasse que
amenazaba con abocar a unas nuevas elecciones autonómicas pero que se solucionó
en el último momento de aquella manera (apartando al cabeza de lista que no era
un cabeza de lista y convocando una votación de investidura de un modo
dudosamente legal).
La
situación en España se me antoja semejante, con vetos aparentemente
irresolubles y sin más salida que unas nuevas elecciones generales. Aunque no
es descartable una solución a la catalana
(esto es, que el PSOE se apoye en Podemos y logre la abstención de los
secesionistas con promesas de atender sus demandas), quiero pensar que hay una
parte de los socialistas que, a pesar del ansia por el poder que caracteriza a
ese partido, no vería con buenos ojos semejante decisión. No por amor a España,
que eso está fuera de los sentimientos del aparato socialista, y al que
manifiesta semejante debilidad se le
aparta sin contemplaciones, se llame Nicolás Redondo o Francisco Vázquez, sino
por propio interés personal y de partido: aliarse con los neocom sería como meter la cabeza en la boca del león… y esta fiera
no está domesticada, sino todo lo contrario.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!