Cuando
uno lee el titular de que un iceberg ha provocado la muerte de ciento cincuenta mil pingüinos en la Antártida (lo
que es casi redundante, porque pocos pingüinos hay fuera de la Antártida), lo
primero que piensa es que ya tiene gracia (irónicamente hablando) que con todo
este jaleo del calentamiento global sea precisamente un iceberg lo que provoque
semejante masacre pingüinil.
Luego
lees la noticia y las cosas adquieren una cierta perspectiva. Aunque la
reducción de la población de pingüinos en un 90% se ha producido, ha sido a lo
largo de cinco años, no toda de golpe. El iceberg (al que en el artículo
denominan alternativamente con este nombre o con el de glaciar) ha cerrado el acceso al mar de los pingüinos Adelaida, que
ahora tienen que caminar la friolera (perdón por el chiste fácil) de sesenta
kilómetros para poder echarse al agua.
Por
otra parte, los científicos no pierden la esperanza de que la población se
recupere ya que en el último año el hielo fijo vinculado al iceberg/glaciar de
marras ha comenzado a romperse en la bahía de Commonwealth, lo que supone una
buena noticia para las colonias de pingüinos.
No,
si al final el discutido y discutible calentamiento global va a tener un efecto
positivo…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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