La
izquierda, en España, siempre ha mostrado comprensión hacia los terroristas y
sus actos, especialmente cuando esos delincuentes eran de izquierdas, o sus víctimas
eran de derechas. Según su modo de pensar, los terroristas tendrían disculpa
porque, al ser de izquierdas, su lucha era inherentemente justa. En cuanto a
las víctimas, algo habrían hecho, ¿no? Al fin y al cabo, eran de derechas…
El
mes pasado tuvimos un doble ejemplo de lo que acabo de decir. En primer lugar,
una parlamentaria autonómica aragonesa, neocom
(qué si no), cuando otro parlamentario, este del PP, y a propósito de una mujer
asesinada por su expareja, dijo que la vícitma debería, en caso de haber
detectado que el criminal podía ir a Zaragoza, haber avisado a la policía,
respondió que lo mismo podría decirse del caso de Miguel Ángel Blanco.
Las palabras
de la podemita demuestran una miseria moral difícilmente expresable en
palabras. Hay cosas que no se deben pensar, y de pensarlas, no se deben decir. Este
caso es uno de ellos: por muy molesta que se hubiera podido sentir en su
feminazidad –para ellas, el varón es siempre culpable-, hay fronteras que no se
deben cruzar, y el de hacer escarnio a costa de las víctimas del terrorismo es
una de ellas.
El segundo
ejemplo se produjo en Madrid, cuando la líder regional de los socialistas
rechazó una moción en favor de las víctimas del terrorismo. Esto me retrotrae a
otras épocas, cuando algún líder socialista, recientemente fallecido, marchaba
tras una pancarta en la que podía leerse gora
Euskadi askatuta; o cuando se calificaba a Otegi como hombre de paz; o cuando una consejera autonómica socialista
planteaba una querella criminal contra un editorialista gráfico por dibujar una
viñeta en la que, sobre el cadáver ensangrentado de un asesinado por los
asesinos terroristas, reproducían el eslogan turístico de esa autonomía.
A veces,
los hechos hablan con más elocuencia que las palabras…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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