Junior es, en sus mejores días, un agitador,
un follonero, un bocas, un político de segunda clase. Cuando se ha visto
catapultado a la alta política se ha visto que la cosa le venía grande, que no
daba la talla: en el Parlamento Europeo, prácticamente, no daba siquiera el presente cuando pasaban lista (aunque sí
que andaba listo a la hora de cobrar).
A
modo de calentamiento para el debate de (no) investidura de Pedro Sánchez, y
con motivo de la excarcelación de Arnaldo Otegi, declaró que era una buena noticia para los demócratas, y
que nadie debería ir a la cárcel por sus ideas,
obviando el hecho de que el orondo etarra no estaba allí por sus ideas, sino
por colaboración con grupo terrorista.
No
contento con eso, añadió que Hablar de
futuro y de paz en el País Vasco y España implica asumir y reconocer la propia
responsabilidad y pedir disculpas. Y
estoy convencido de que el señor Otegi, que me parece un gran político, estará
a la altura y sabrá pedir disculpas cuando sea necesario. Uno,
verdaderamente, se pregunta cuándo será necesario que pida perdón (y no disculpas; uno pide disculpas si pisa un
pie, no si pone una bomba) a las víctimas: ¿cuando todas estén muertas? ¿Cuando
el obeso expresidiario presida, Dios no lo quiera, el consejo de gobierno de la
comunidad autónoma vasca?
Afortunadamente,
Rivera estuvo al quite y le expresó la situación con meridiana claridad al
besucón de la coleta: preso por sus ideas está Leopoldo López.
Como
remate a su semana gloriosa de despropósitos, en sede parlamentaria el líder neocom se despachó diciendo, desde la
tribuna de oradores del Congreso, que Felipe González tiene el pasado manchado de cal viva. No por ser cierto es menos inapropiado. Porque, puestos a decir
las cosas claras, el dinero que reciben él y sus conmilitones está manchado, no
de cal viva, sino de la sangre de los regímenes dictatoriales de Venezuela e
Irán.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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