En esta última novela de la saga de las odiseas desaparece el que podríamos llamar secundario oficioso de la serie -esto es, Heywood Floyd- y se nos cuentan las andanzas de Fran Poole -aparentemente fallecido a mitad de la primera novela- en el siglo XXXI.
Se trata, por un lado, de una historia más aventurera que las precedentes, puesto que Poole va saltando por todo el Sistema Solar. También más especulativa, ya que Clarke imagina un futuro, no a medio siglo de distancia, como en la primera novela, sino a diez siglos vista. Lo que, en tercer lugar, le permite, a través de los personajes de ese lejano futuro, expresar sus opiniones sobre nuestro (su) presente (en el momento de escribir la novela). Por otra parte, el final es lo suficientemente abierto como para que, llegado el caso, Clarke hubiese añadido un quinto volumen a la saga (probablemente titulado 4.001).
En el debe de la novela (al menos, de la versión que yo he leído) tengo que señalar algunos defectos en la traducción. A título de ejemplo, en la página 56 hablan de la curiosidad de su ingeniero (el original inglés probablemente diga his engineer’s curiosity), cuando debería ser su curiosidad de ingeniero; o en la página 138, cuando dice hace casi mil años que se llevan a cabo aterrizajes en Europa, por coherencia debería ser hace casi mil años que no se llevan a cabo aterrizajes en Europa.
Un punto a favor (para mí) son los dos homenajes que Clarke hace a Asimov, uno oblicuo, al citar a su personaje Susan Calvin, y otro explícito, al mencionar que se bautizó un asteroide con el apellido del Patillas (aunque, como dice Clarke, el buen doctor ya había fallecido para entonces).
Se trata, por un lado, de una historia más aventurera que las precedentes, puesto que Poole va saltando por todo el Sistema Solar. También más especulativa, ya que Clarke imagina un futuro, no a medio siglo de distancia, como en la primera novela, sino a diez siglos vista. Lo que, en tercer lugar, le permite, a través de los personajes de ese lejano futuro, expresar sus opiniones sobre nuestro (su) presente (en el momento de escribir la novela). Por otra parte, el final es lo suficientemente abierto como para que, llegado el caso, Clarke hubiese añadido un quinto volumen a la saga (probablemente titulado 4.001).
En el debe de la novela (al menos, de la versión que yo he leído) tengo que señalar algunos defectos en la traducción. A título de ejemplo, en la página 56 hablan de la curiosidad de su ingeniero (el original inglés probablemente diga his engineer’s curiosity), cuando debería ser su curiosidad de ingeniero; o en la página 138, cuando dice hace casi mil años que se llevan a cabo aterrizajes en Europa, por coherencia debería ser hace casi mil años que no se llevan a cabo aterrizajes en Europa.
Un punto a favor (para mí) son los dos homenajes que Clarke hace a Asimov, uno oblicuo, al citar a su personaje Susan Calvin, y otro explícito, al mencionar que se bautizó un asteroide con el apellido del Patillas (aunque, como dice Clarke, el buen doctor ya había fallecido para entonces).
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