Este
ha sido uno de los libros que más duros me ha resultado de leer (al menos, al
principio, luego fui cogiendo carrerilla); tanto, que al final miraba con
verdadero ansia el momento de ponerme con el siguiente… y eso que ese siguiente
es 2.001, una odisea espacial.
¿Por
qué lo he leído, entonces? Bueno, me lo regalaron por mi último cumpleaños (sí,
ese retraso llevo en mi ritmo de lecturas), y los que me conocen saben que
libro que se incorpora a mi biblioteca, libro que acabaré leyéndome antes o
después. Además, Juan Manuel de Prada es un autor que conozco (al menos de
oídas, que no de leídas hasta que me crucé con este libro) y con el que, en
principio, podría coincidir en cuanto a opiniones.
¿Por
qué digo que el libro me ha resultado duro de leer? Pues la razón es doble: por
el fondo y por la forma. En cuanto al primero, el autor mantiene unos puntos de
vista en cierto modo parecidos a los míos (católico, conservador…), pero más
extremados, no siempre coincidentes y decididamente pesimistas. No entro ni
salgo en si tiene o no razón en sus afirmaciones, pero el fárrago de argumentos
que emplea es tan abrumador que sería inútil discutirlas (y, por otra parte,
los que me conocen saben que procuro evitar involucrarme en discusiones).
En cuanto
a la forma, he empleado la palabra fárrago
con toda la intención del mundo. No sé si será académicamente correcta, pero
tengo la impresión que se ajusta al estilo literario del autor, un tanto
ampuloso, decididamente verborreico e indudablemente perifrástico, del estilo
de ¿por qué usar una palabra cuando puedes
emplear una docena para decir lo mismo?
La cosa
mejora hacia el final –o quizá por ser el final me ha dado la impresión de que
mejora-, cuando se deja de reflexiones exógenas y pasa a las vivencias
personales, y el tono pasa de pesimista (ya se sabe que se suele llamar así a
los optimistas informados) a (perdón por la cursilería, pero también es para no
repetir la palabra optimista… ups, ya
lo he hecho) trascendentemente esperanzado.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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