Por
mucho que parezcan integrarse en el sistema, los antisistema son precisamente
eso, contrarios a él. Al modo del tradicional de qué se discute, que me opongo, lo único que buscan es hacer
saltar por los aires lo que ha llevado cientos de años construir. Para ellos,
el progreso es más bien regreso,
puesto que predican avances tales
como el uso de esponjas naturales para la higiene mensual (que dirían en los mostradores del Carrefour) o la crianza de los hijos en tribu.
Así
las cosas, aunque apoyaran in extremis
la investidura de Puigdemont como presidente del consejo de gobierno de la
comunidad autónoma de Cataluña (contra lo que pueda parecer, mi modo de
expresarse no es una perífrasis, aunque lo parezca, sino la constatación de que
el sedicente hecho diferencial
catalán es inexistente, puesto que Cataluña es, o debería ser, una comunidad
autónoma como todas las demás) para evitar el mal mayor de unas elecciones en
las que, aparentemente, retrocederían los sufragios secesionistas (o eso quiero
pensar), la paciencia se les ha acabado.
Al
modo de lo que ocurrió con los enragés
de la Revolución Francesa, los secesionistas moderados (si es que tal cosa
existe… quizá llamarles faroleros
sería más ajustado a la realidad) dieron alas a Chancleto, Anna Gabri-click
y demás personajes. Las cosas ya empezaron a desmandarse cuando, antes de
entrar en la asamblea legislativa por las buenas (esto es, tras unas
elecciones), impidieron por las malas que lo hicieran los parlamentarios
regionales.
Tras
la investidura de principios de este año, los de la CUP tenían la sartén por el
mango, y lo sabían. Su apoyo era no necesario, sino imprescindible, para la
estabilidad del gobierno regional. Hace dos semanas amenazaron con no apoyar
los presupuestos regionales y así reventar la legislatura. Hace una,
mantuvieron su veto: Puigdemont dio por roto el pacto con los antisistema y
Junqueras les acusó de cargarse el proceso.
Cuando
esta entrada salga publicada –la escribo con unos días de anticipación- quizá
se haya visto si unos y otros iban en serio o se trataba, de nuevo, de hacer el
paripé como hace cinco meses.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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