jueves, 15 de junio de 2017

Mariconadas, las justas

Los neocom españoles –podemitas, mareados, convergencientes (para diferenciarlos de los ahora transmutados convergentes) y demás compañeros mártires- saltaron a la palestra y se encaramaron a las instituciones clamando contra una supuesta casta que miraba sólo para sí y que no se preocupaba de la gente. Ellos, en cambio, eran distintos: cuando gobernaran (no si lo hacían: como todos los de izquierdas, se consideran investidos de una legitimidad de origen que, según algunos, les haría hasta genéticamente incapaces de delinquir) lo harían pensando en las verdaderas necesidades de la gente, esa masa heterogénea e indeterminada de la que, según ellos, provienen y a la que, según ellos, dedican sus desvelos.
Nada más lejos de la realidad. Parafraseando a Jerry Lewis en El ceniciento, los cuadros dirigentes neocom no son gente, sino personas, e incluso personas de lo que se ha llamado tradicionalmente familias bien (descansa, Carolina…). Eso, en cuanto al origen. Porque en cuanto al destino de sus políticas, tampoco es que se ocupen demasiado de la gente ni de sus necesidades más acuciantes. Tenemos, por ejemplo, al primer edil de la capital maña, que carga al erario público sus gastos en gomina; o a la regidora de la Ciudad Condal, la simpar Bruja Piruja, que parece decidida a conseguir que la urbe cuyos destinos rige deje de ser un reclamo turístico (de qué va a vivir entonces la gente que no sea de su gente es harina de otro costal); o, finalmente, la inefable juez en excedencia que aposenta sus (presumo) ajadas posaderas en el escaño del alcalde de la Villa y Corte, esa a la que yo llamo doña Rojelia (y que me perdonen el guiñol y su ventrílocua dueña).
Esta última, con motivo de la celebración de las fiestas del orgullo no heterosexual (originalmente llamadas del orgullo gay, pero hoy ampliadas a lesbianas, transexuales, bisexuales y, con tiempo, a las otras varias docenas de identidades u opciones sexuales que, por lo visto, existen desde los tiempos de Adán y Eva –o del Homo antecessor y su pareja, fuera ésta del sexo que fuera-… y el común de los mortales sin enterarse), ha decidido destinar veintiun mil setecientos cuarenta y siete euros para lo que denomina semáforos inclusivos, igualitarios y paritarios en Madrid. O, dicho de otra manera, en cambiar a los muñequitos tradicionales por otros con falda (qué antigua, pensar que las mujeres sólo visten falda y que sólo las mujeres visten falda… ¿no sabe de la existencia de, por ejemplo, Escocia?), o por dos muñequitos con pantalones (o en pelotas, vaya usted a saber: andando por ahí Rita Maestríper, todo es posible), o por dos muñequitos con faldas.
Se echa de menos, en todo caso, un semáforo en el que aparezcan dos muñequitos, uno con falda y otra sin ella. Aunque resulte retrógrado, casposo, facha y hasta heteropatriarcal…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

No hay comentarios: