Los
progres de salón –esto es, los niños
bien que en su vida han tenido que jugarse nada por defender unos supuestos
ideales- suelen ser unos intolerantes de manual… a diferencia de sus padres ideológicos.
Uno,
aunque no comparta sus ideas, puede llegar a respetar a personas como Marcelino
Camacho y Nicolás Redondo Urbieta, personas que sí lo arriesgaron todo por
aquello en lo que creían. Puede llegar a respetar hasta a Julio Anguita,
persona coherente aunque últimamente no suelte (o no le atribuyan, que con esto
de Internet uno nunca sabe) más que incoherencias. Pero, como suelo decir,
desde que le mataron al hijo en la guerra de Irak no volvió a ser el mismo,
comprensiblemente.
Pero
a mamarrachos como Guillermo Toledo o Alberto San Juan, Pablo Iglesias o
Alberto Garzón, que en el mejor de los casos son miembros de familias
acomodadas y en el peor, de terroristas, no se les puede tener el más mínimo
respeto. Como tampoco a esos dos universitarios que desistieron de asistir a un
encuentro entre los ganadores de los premios Fin de Carrera y los monarcas en
Oviedo por estar en contra de la monarquía. También dice estarlo el Chepas, y eso no le impidió aceptar una
beca de manos de quien hoy es el Jefe del Estado.
Porque
por esa regla de tres yo, que soy monárquico, ¿estaría dispensado de acudir a
cualquier encuentro con un hipotético presidente de la República española?
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