viernes, 23 de noviembre de 2018

El acabóse

El artículo 3 de la Constitución establece que el castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. A continuación añade que las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.
Esos estatutos han dispuesto, en la mayoría de los casos, que el español (mal llamado castellano) quede orillado por esas lenguas regionales. Sin embargo, la Constitución es la norma suprema del ordenamiento jurídico (tiene gracia que esto no lo disponga la propia Constitución, sino que lo haga la Ley Orgánica del Poder Judicial, de 1 de Julio de 1.985), por lo que cualquier norma que vaya contra ella será automáticamente inconstitucional. Esto es así, por más que nadie haya tenido los santos dídimos de plantearlo en estas casi cuatro décadas, a lo que parece.
A lo que voy. En Cataluña, hablar en español es casi automáticamente convertirte en apestado. En los círculos oficiales, ya sean políticos o mediáticos, supone que te tilden poco menos que de facha. Lo que lleva a que cuando el alcalde de Medellín visita la televisión regional y es entrevistado, los lobotomizados periotontos se dirijan al edil iberoamericano en ese dialecto del occitano que se hablaba en Barcelona, y tenga que ser una indocumentada como la alcaldesa de la ciudad condal la que oficie, entre risas de estúpida, de traductora.
De mear y no echar gota, vamos. Y nunca mejor dicho, teniendo en cuenta de quién estamos hablando…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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