Los
ecologistas sandía –ya sabéis, verdes
por fuera y rojos por dentro- sería, si hiciéramos caso a sus proclamas, gente
pacífica y tolerante que propugnan vivir en armonía y tranquilidad con la
naturaleza y todos los seres vivos (aunque, como muy mordazmente ponen de
manifiesto en Notting Hill, llevar
tal postura al extremo supondría guardar duelo por los vegetales que se
consuman… o bien morirse de hambre).
Sin
embargo, como buenos rojos que son (lo de buenos
no implica bondad, sino fidelidad a sus esencias), no tardan en mostrar
intolerancia para todo aquel que no comulgue con sus ruedas de molino, aunque
sean de su misma cuerda. Es el caso de una animalista con un novio cazador, que
a causa de esta relación ha llegado a recibir amenazas de muerte por parte de
supuestos ecologistas (quizá habría que llamarles ecolonazis).
Y,
realmente, no hay mucho más que decir. Sólo que esos tienen la tolerancia donde
los animales la mierda.
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