A
comienzos de este mes el Tribunal Supremo falló sobre el tema de las hipotecas
y quién debe pagar los gastos inherentes a las mismas… y se armó el follón.
Vaya
por delante que a mí todo este asunto de reclamar dinero que se pagó en su
momento me parece un solemne ejercicio de cara dura. Nadie obligaba a comprarse
un piso, ni a pedir una hipoteca. Si lo comprabas y la firmabas, sabías lo que
estabas firmando… o deberías saberlo, porque no creo que nadie se haya leído
nunca la letra pequeña (ni la grande tampoco). Es más, estoy bastante seguro de
que la gente dejaba todo el barullo en manos de una gestoría para ahorrarse
dolores de cabeza.
Dicho
lo cual, y recurriendo a la demagogia más maniquea, o al maniqueísmo más
demagógico, se publicaron titulares como Gana la banca, el Supremo rectifica y obliga al cliente a pagar el impuesto de las hipotecas. Ante esto, las reacciones de la clase política fueron diversas.
Los
populares, puede que por convicción, puede
que por simple cálculo electoral (¿y a quién le importa, la verdad?)
propusieron eliminar el impuesto de actos jurídicos documentados. Los suciolistos, en un ejercicio de esa
incoherencia que les es tan típica, planearon aprobar cambios legales (¿qué se
hizo con aquello de no legislar en
caliente?) para que los particulares nunca tuvieran que volver a pagarlo (nunca es
mucho tiempo, Pedrito). Los neocom
azuzaron a las masas mientras callaban (pero en este mundo todo se sabe…) que
apoyaron subidas del cincuenta por ciento en este impuesto en aquellas regiones
en las que son determinantes (Echeminga en Aragón, por ejemplo).
¿Y,
al final, qué pasó? Pues que, como estaba bastante claro, no hay ninguna manera de impedir que los bancos repercutan en los hipotecados los gastos que el
Gobierno asegura que pagarán las entidades. Que el Congreso aprobó que los
bancos pagarían, no sólo el impuesto, sino todos los gastos de las hipotecas
(de que lo repercutirían luego en los clientes parece que no se percataron,
estos lumbreras), algo en lo que separatistas, PSOE, Cs y PP se pusieron de
acuerdo, con sólo los neocom desmarcándose…
por insuficiente. Y que los magistrados del Supremo se mandaron los unos a los otros a hacer puñetas por la sentencia de marras.
Y
es que, se pongan como se pongan, el título de esta entrada es una verdad como un templo.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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