El
problema con las feminazis no es que
digan burradas, auténticas barbaridades: en todas las épocas y lugares ha
habido quienes, por esa boquita que Dios les ha dado, han proferido toda clase
de insensateces y desatinos. El problema, hoy en día, es que nadie les lleva la
contraria por miedo a ser tildado de machista, heteropatriarcal y otros
epípetos semejantes.
Yo,
a Dios gracias, no tengo ese problema. Suponiendo que semejantes elementos me dirijan
esos apelativos, será como cuando alguien de izquierdas me llama facha: me lo tomo como un cumplido y se
lo agradezco con una sonrisa (es un decir, rara vez sonrío), precisamente por
venir de donde viene.
Voy
acabando. Hace cosa de un mes, una tal Marta Nebot –que no tengo ni refitolera
idea de quién es ni mayor interés en averiguarlo, como creo que queda
demostrado por el hecho de que en todo este tiempo ni siquiera he indagado-
dijo que festejar el día del hombre es como celebrar el día del terrorista.
La
boutade se comenta por sí sola. Renuncio
a calificar a la interfecta, por precaución, no sea que los demás que
merecieran el hipotético calificativo me demandaran por incluir a la tal
Martita entre sus filas.
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