La
pretendida y autoconcedida superioridad moral de la izquierda les permite, a
los que se proclaman de izquierdas (aunque, en algunos casos, vivan mejor de lo
que nos gustaría vivir a muchos de los que nos declaramos de derechas), hacer
muchas cosas sin mostrar sonrojo alguno.
Entre
esas cosas se encuentra, por ejemplo, el criticar a dictadores de derechas
mientras ensalzan, cuando no rinden directamente pleitesía, a dictadores de
izquierdas. Por ejemplo, defender una cosa y la contraria y asegurar que ambas
son ciertas y progresistas, estableciendo como eje sobre el que pivota el cambio de opinión el haber alcanzado la
presidencia del Gobierno apoyándose en una caterva de golpistas, terroristas y
totalitarios de salón. Por ejemplo, defender que el dinero público no es de
nadie. O, por ejemplo, mentir descaradamente sobre Venezuela en un pleno municipal y, una vez pillada en renuncio, defenderse diciendo que es gratis atizar a una mujer joven y
feminista.
Y
desnudarse en una capilla católica también, a lo que parece, si eres joven y feminista (aunque te cases por todo lo alto en una finca privada). Por
otra parte, joven… ¿hasta cuándo es joven,
una feminista de izquierdas, mentirosa y displicente, soberbia y ofensiva?
Por
saberlo, más que nada…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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