Igual
que a las sedicentes feministas que algunos denominan feminazis habría que llamarlas hembristas
(puesto que, mutatis mutandis, lo que propugnan viene a ser, básicamente, un
machismo con ovarios), a los llamados animalistas
habría que llamarles, más bien, animatontos.
Son
esas personas en las que sus presuntos buenos sentimientos corren parejos a su
patente estulticia. Están en contra de la caza, de toda caza, incluso de
aquella que sirve para regular un ecosistema para evitar la excesiva
proliferación de alguna especie; en este sentido, vendrían a ser los herederos
intelectuales (es un decir) de aquellos que primero llevaron conejos a
Australia, y luego pretendieron solucionar el problema llevando zorros.
Ahora,
un grupo de veganos desconsolados han despedido con lágrimas y caricias a un
grupo de ejemplares de esa especie que demuestran incontrovertiblemente que Dios
existe, puesto que un organismo tan perfecto no puede ser fruto meramente de la
evolución.
Me
refiero, claro está, al cerdo. El de cuatro patas, quiero decir, cuyo nombre científico
es Sus domesticus.
2 comentarios:
Hay que empezar a emplear sus misma estrategia propagandística: cuando una mujer mate a su hijo o a su esposo, o este se suicide porque los jetas a la sombra de la LIVG le han apretado las clavijas más de lo soportable, que empiece a circular el "¡cometido un crimen de violencia hembrista!"
¿Nos acabarán dando una subvención?
No creo, agudo Anónimo: las asociaciones hembristas y los colectivos LGTBCXYZ ya se habrán quedado con toda la pasta. Pero es una sugerencia de lo más atinada...
Publicar un comentario